¿Qué podemos aprender de la experiencia de Abraham, el padre de la fe?
Por Xiaoguo
La Biblia cuenta la historia de Abraham. Cuando Abraham tenía cien años, Dios le dio un hijo, Isaac. Sin embargo, cuando Isaac creció, Dios le ordenó a Abraham que lo ofreciera como sacrificio. Sin embargo, cuando Abraham colocó a su único hijo en el altar de Dios y levantó su cuchillo listo para matar al niño, Dios lo detuvo. De hecho, Dios no sólo impidió que Abraham sacrificara a Isaac, sino que también le colmó de grandes bendiciones e hizo de sus descendientes una gran nación.
Cada vez que leía esta historia, siempre sentía una sincera admiración por Abraham, porque sentía que tenía una gran fe en Dios. Fue capaz de someterse al plan de Dios y ofrecer como sacrificio a su único hijo, al que quería mucho. Con ello demostró ser digno del título de “padre de la fe”. Sin embargo, lo que no entendía era esto: ¿Por qué Dios le dio a Abraham un hijo cuando tenía cien años, y luego le ordenó que sacrificara a su hijo? ¿Cuál era, en definitiva, la intención de Dios?
Durante mucho tiempo, no lo entendí. Fue hace poco, cuando leí un texto en Internet: “La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II” que comprendí que la obra de Dios con Abraham tiene un profundo significado y también está impregnada de la intención de Dios. Ahora me propongo dejar constancia por escrito de la percepción que he recibido.
1. Ninguna persona o cosa puede influir en la decisión de Dios de hacer algo
En la Biblia, el libro del Génesis capítulo 17, versículos 15-17 dice: “Dijo también Dios a Abrahán: A Sarai tu mujer ya no la llamarás Sarai, sino Sara. Yo le daré mi bendición, y te daré de ella un hijo a quien he de bendecir también y será origen de muchas naciones, y descenderán de él reyes de varios pueblos. Abrahán se postró sobre su rostro, y se sonrió, diciendo en su corazón: ¿Conque a un viejo de cien años le nacerá un hijo?; ¿y Sara de noventa ha de parir?”.
El capítulo 17, versículo 21 dice: “Pero el pacto mío lo estableceré con Isaac, que Sara te parirá por este tiempo el año que viene”.
El capítulo 21, versículos 2-3 dice: “Y así concibió y parió un hijo en la vejez, al tiempo que Dios le había predicho. Y Abrahán puso por nombre Isaac al hijo que le parió Sara”.
Cuando Dios le dijo a Abraham que le daría un hijo, Abraham no le creyó, pensando que él y su esposa Sara ya habían superado la edad fértil y no podían tener un hijo. Entonces, para su sorpresa, en el segundo año, Sara realmente dio a luz a un hijo. Cada vez que leo esos versículos de la Escritura, siempre pienso: Si hubiera sido yo, habría reaccionado igual que Abraham.
“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II” lo explica así: “Lo que el hombre hace o piensa, lo que entiende, sus planes, nada de esto tiene relación con Dios. Todo tiene lugar según Su plan, de acuerdo con los tiempos y las etapas que ha establecido. Ese es el principio de la obra de Dios. Él no interfiere en lo que el hombre piensa o sabe, pero tampoco renuncia a Su plan ni abandona Su obra, porque el hombre no cree ni entiende. Los hechos se cumplen, por tanto, según el plan y los pensamientos divinos. Esto es precisamente lo que vemos en la Biblia: Dios hizo que Isaac naciese en el momento que Él había decidido. ¿Demuestran los hechos que el comportamiento y la conducta del hombre obstaculizaran la obra de Dios? ¡En absoluto! ¿Afectaron a Su obra la poca fe del hombre en Él, y sus nociones e imaginaciones sobre Él? ¡No, no lo hicieron! ¡Ni en lo más mínimo! El plan de gestión de Dios no se ve afectado por ningún hombre, asunto, o entorno. Todo lo que Él decide hacer se completará y cumplirá en Su tiempo, y según Su plan, y ningún hombre puede interferir en Su obra. En ocasiones, Dios no presta atención a ciertas insensateces e ignorancia del hombre, e incluso ignora algo de su resistencia y de sus nociones con respecto a Él; y aun así lleva a cabo la obra que debe hacer. Este es el carácter de Dios, un reflejo de Su omnipotencia”.
Después de leer este pasaje, lo entendí: Los humanos no conocemos la omnipotencia y la soberanía de Dios; nuestra fe en Dios es insuficiente. Por eso, cuando las palabras de Dios o la obra de Dios no se ajustan a nuestras ideas, o exceden nuestra capacidad de aceptación, entonces nuestras actitudes se vuelven sospechosas, y pensamos que Dios no podría realizar lo que se propone. Sin embargo, Dios es todopoderoso: lo que se propone realizar no está sujeto a la influencia de ninguna persona o cosa, y ciertamente nunca podría ser obstaculizado por ningún poder que exista. Fue entonces cuando vi que la omnipotencia y la sabiduría de Dios son verdaderamente milagrosas, verdaderamente insondables. La obra de Dios excede la imaginación humana; no tenemos absolutamente ninguna manera de comprenderla.
2. Dios atesora y ama la sinceridad de las personas; Dios bendice a los que escuchan Sus palabras y le obedecen
La Biblia dice: “Y Dios dijo: Toma a Isaac, tu hijo único a quien tanto amas, y ve a la tierra de visión, y allí me lo ofrecerás en holocausto sobre uno de los montes que yo te mostraré” (Genesis 22:2).
“Y finalmente llegaron al lugar que Dios le había mostrado, en donde erigió un altar, y acomodó encima la leña; y habiendo atado a Isaac su hijo, le puso en el altar sobre el montón de la leña. Y extendió la mano, y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo” (Génesis 22:9-10).
“Juro por Mí mismo —dijo Yavé— que en vista de que has hecho esta acción, y no has perdonado a tu hijo único por amor de mí, Yo te llenaré de bendiciones, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la orilla del mar; tu posteridad poseerá las ciudades de sus enemigos, y en un descendiente tuyo SERAN BENDITAS todas las naciones de la tierra, porque has obedecido a mi voz” (Génesis 22:16-18).*
De estos pasajes bíblicos podemos ver que cuando Yavé Dios le ordenó a Abraham que ofreciera a su hijo como holocausto, Abraham obedeció Su mandato con total docilidad. Sin embargo, al final Dios no le pidió a Abraham que matara a Isaac en absoluto. En cambio, Dios prometió que haría de los descendientes de Abraham una gran nación. En el pasado, no había entendido: ¿Por qué Dios le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, para luego detenerlo cuando levantó el cuchillo para matar a su hijo? Además, ¿por qué Dios le prodigó entonces bendiciones a Abraham?
Estas dos secciones del texto: “La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II” dicen esto: “Cuando Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, ¿vio Dios sus acciones? Sí; las vio. Todo el proceso —desde el principio, cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, hasta el momento en que el hombre alzó el cuchillo para matar a su hijo— le mostró a Dios el corazón de Abraham, e independientemente de su insensatez, su ignorancia y su malinterpretación anteriores de Dios, en aquel momento su corazón era sincero, honesto; de verdad le iba a devolver a Isaac a Dios, ese hijo que Él le había dado. Dios vio obediencia en él, esa misma obediencia que Él deseaba”.
“Para el hombre, Dios hace muchas cosas incomprensibles e incluso increíbles. Cuando Dios desea orquestar a alguien, con frecuencia esta orquestación está en desacuerdo con las nociones del hombre y le resulta incomprensible. Sin embargo, esta disonancia e incomprensibilidad son precisamente la prueba y el examen de Dios para el ser humano. Entretanto, Abraham pudo demostrar su obediencia a Dios, que era la condición más fundamental de su capacidad de satisfacer Su requisito. […] En el momento en que Abraham levantó su cuchillo para matar a Isaac, ¿lo detuvo Dios? Dios no permitió que Abraham sacrificase a Isaac, sencillamente porque no tenía intención de tomar su vida. Así pues, detuvo a Abraham justo a tiempo. Para Dios, la obediencia de Abraham ya había pasado la prueba; lo que hizo fue suficiente, y Él ya había visto el resultado de lo que pretendía hacer. ¿Fue este resultado satisfactorio para Dios? Puede decirse que lo fue, que fue lo que Dios quería, y lo que anhelaba ver. ¿Es esto cierto? Aunque, en diferentes contextos, Dios usa diferentes formas de probar a cada persona; en Abraham comprobó lo que quería ver: que su corazón era sincero, y su obediencia incondicional. Este ‘incondicional’ era precisamente lo que Dios deseaba”.
Después de contemplar estos dos párrafos, lo entendí: Lo que Dios quería desde el principio era que la gente fuera sincera con Él. Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac, ciertamente no porque quisiera que Abraham matara a su hijo, sino más bien porque quería usar esta orden para probar a Abraham, para ver si Abraham realmente confiaría en Dios y lo obedecería. El hijo de Abraham, Isaac, le fue entregado cuando tenía cien años, por lo que podemos imaginar cuánto lo quería. Incluso podríamos decir que Abraham consideraba la vida de Isaac más importante que la suya propia. Sin embargo, cuando Dios le ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac, éste no se quejó de Dios, ni le pidió que le explicara sus razones, a pesar de que su corazón estaba dolorido. Abraham sabía que Isaac era un regalo de Dios. Si Dios ahora quería que hiciera un sacrificio, Abraham sabía que debía obedecer. Así, sin dudarlo, Abraham llevó a Isaac al lugar donde se hacían los holocaustos. Levantó su cuchillo dispuesto a devolver a Isaac a Dios. Sin embargo, Dios pudo ver ahora la sinceridad y la obediencia de Abraham, así que en ese momento lo detuvo, le dio sus bendiciones y le prometió que sus descendientes llegarían a ser una gran nación. Vi en la bendición y la promesa de Dios a Abraham el deleite que Dios siente cuando la gente es sincera hacia Él. Se deleita cuando la gente se presenta ante Él sin condiciones, y le adora y obedece sin exigir nada a cambio.
3. Lograr la inspiración desde la historia de Abraham
Al ver cómo Abraham recibió un hijo a los cien años, comprendí realmente algo de la omnipotencia y la soberanía de Dios; entendí que cuando Dios ha decidido hacer algo, ninguna persona o cosa puede desviarlo o impedirlo. Al mismo tiempo, también identifiqué algunas formas para poner en práctica: Incluso cuando las palabras o la obra de Dios no encajan con nuestras ideas, o cuando no las entendemos o no podemos aceptarlas, aun así, no debemos acercarnos a las palabras o la obra de Dios en términos de nuestros propios conceptos y pensamientos. Por el contrario, debemos mantener una reverencia a Dios en nuestros corazones y buscar conocer Su intención, aceptando la obra de Dios y sometiéndonos a Sus orquestaciones y disposiciones. Ese es el tipo de racionalidad que debemos tener como humanos.
Al ver cómo Dios ordenó a Abraham que sacrificara a Isaac, comprendí también la buena intención de Dios al poner dificultades ante nosotros y someternos a pruebas. Mirando desde fuera, estas dificultades y pruebas nos causan dolor físico. Sin embargo, es con estas dificultades y pruebas que Dios pone a prueba si somos sinceros hacia Él, transforma las impurezas en la forma en que creemos en Él en nuestros corazones, y nos permite someternos verdaderamente a las orquestaciones y arreglos de Dios y dar testimonio de Él. Así podemos presentarnos ante Dios y reflexionar seriamente sobre nosotros mismos. Siempre hemos seguido a Dios, pero ¿qué tipo de actitud hemos mantenido hacia Él? En nuestras vidas, ¿cuál ha sido nuestra actitud cuando hemos pasado por sus pruebas?
Cuando pienso en mí y en los hermanos y hermanas que me rodean, cuando nuestra vida familiar es tranquila y nuestro trabajo va bien, a menudo cantamos himnos en alabanza a Dios, le oramos y le damos gracias y salimos a predicar la salvación de nuestro Señor Jesús. Pero cuando el trabajo no va bien, y nuestra vida familiar no es pacífica, culpamos a Dios por no cuidarnos y protegernos. Cuando nos enfrentamos a la enfermedad, oramos a Dios y, al pasar el tiempo sin señales de recuperación, entonces perdemos la fe en Él. Ni siquiera nos apetece leer las escrituras o hacer oraciones.... De esto podemos ver que cuando enfrentamos dificultades, no aceptamos y obedecemos a Dios como lo hizo Abraham. Más bien, nos quejamos de Dios y tratamos de razonar con Él. Simplemente no hay comparación entre nosotros y Abraham. Cuando Abraham pasó por su prueba, obedeció voluntariamente a Dios y no se quejó. Y lo que buscó así no era para lograr bendiciones y recompensas de Dios; todo lo que quería era satisfacer a Dios. Pero nosotros no: cuando tenemos fe en Dios, es porque queremos recibir las bendiciones y la gracia de Dios. Cuando enfrentamos alguna prueba o dificultad, no acudimos a Dios con verdadera reverencia u obediencia. Incluso si persistimos en rezar, rezamos el Rosario, hacemos más buenas obras, podemos someter tu cuerpo por Dios, predicamos evangelio y nos sacrificamos y esforzamos por Dios, todavía estamos tratando de hacer un trato con Él. ¿Cómo podría esta clase de “fe” lograr la aprobación de Dios?
Sólo entonces me di cuenta de que, al creer en Dios, debemos seguir el ejemplo de Abraham: honrar a Dios y tratar Sus palabras y todos Sus arreglos con un corazón puro, leal y obediente. Cuando sufrimos las pruebas de Dios, no debemos quejarnos de Él. Por el contrario, debemos ser una criatura de Dios y dar testimonio de Él. Sólo así podremos recibir la aprobación de Dios.
¡Gracias a la guía de Dios! A través de la lectura: “La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II”, he tenido un poco de conocimiento de la autoridad y voluntad de Dios a partir de Su obra sobre Abraham. ¡Amén!