Evangelio de Hoy - Job 1:5
Evangelio de Hoy - Job 1:5
Concluido el turno de los días del convite, enviaba Job a llamarlos, y los santificaba, y levantándose de madrugada ofrecía holocaustos a Dios por cada uno de ellos. Porque decía: No sea que mis hijos hayan pecado y desechado a Dios en sus corazones. Esto hacía Job en todos aquellos días.
El Job mismo no solo temía a Dios y evitaba el mal, sino que a menudo ofrecía holocaustos para sus hijos e hijas, temerosos de haber pecado contra Dios. La valoración que Jehová hizo de Job fue: “no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Se puede ver que Job fue el único aprobado por Dios en ese tiempo. Aunque poseía muchos bienes, Job creía que el banquete de sus hijos e hijas era un pecado contra Dios. Él no solo no se unió a sus hijos e hijas, sino que también oró por ellos.
Hay un pasaje sobre Job: “Donde la Biblia describe los banquetes de los hijos de Job, no se le menciona; solo se indica que ellos comían y bebían juntos a menudo. En otras palabras, él no celebraba banquetes ni se unía a sus hijos en sus extravagantes comidas. Aunque opulento, y poseedor de muchos bienes y siervos, la vida de Job no era lujosa. No se dejó seducir por su entorno de vida superlativa ni se atiborró con los deleites de la carne, ni olvidó ofrecer holocaustos por su riqueza; esta no provocó, ni mucho menos, que se apartase gradualmente de Dios en su corazón. Es evidente, pues, que Job era disciplinado en su estilo de vida, y no era avaricioso o hedonista como resultado de las bendiciones de Dios sobre él, ni se obsesionaba con la calidad de vida. En vez de ello era humilde y modesto, no era dado a la ostentación y era cauto y cuidadoso delante de Dios. Pensaba a menudo en Sus gracias y bendiciones, y le temía constantemente. En su vida diaria, Job se levantaba con frecuencia temprano para ofrecer holocaustos por sus hijos. Es decir, no sólo temía a Dios, sino que esperaba que sus hijos hiciesen lo propio y no pecasen contra Él. Su riqueza material no tenía sitio en su corazón, no reemplazaba la posición ostentada por Dios; tanto para sí mismo como para sus hijos los actos diarios guardaban, todos, relación con temerle y apartarse del mal. Su temor de Jehová Dios no se detenía en su boca, sino que era algo que ponía en acción, y se reflejaba en todas y cada una de las partes de su vida diaria” (“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II”).
Deberíamos temer a Dios y evitar el mal como Job. Si nos perdemos en el vórtice de buscar dinero, fama, fortuna y goces materiales, y desechamos el camino de temer a Dios y evitar el mal, el lugar de Dios en nuestros corazones desaparecerá. Una vez que nos alejamos de Dios, viviremos en tormentos sin confianza, sin saber cómo enfrentarnos a todo en la vida; Si nos alejamos de Dios, no sabemos cómo diferenciar entre lo positivo y lo negativo, entonces fácilmente haremos el mal y resistiremos a Dios.