Vida espiritual—¿Cómo calmamos nuestro corazón ante Dios?
En los últimos años, cuando ya creía en el Señor, persistía en rezar y leer la Biblia todos los días, y siempre salía a visitar a hermano o hermana, a orar por enfermedades, a predicar el evangelio, a asistir a la Misa y a recibir la eucaristía, pero sentía que todavía estaba alejado de Él. Incluso a veces, cuando rezaba o leía la Biblia, mi mente se distraía en otras cosas, me preocupaba por cosas sin importancia en mi vida diaria, y luego no conseguía calmar mi corazón ante el Señor. Así, durante varios años, no entendía demasiado la palabra del Señor ni tenía mayor crecimiento en mi vida espiritual.
Recientemente leí algunos libros. Y sólo entonces comprendí que si queremos lograr un resultado en nuestro entrenamiento espiritual, la lección más fundamental que debemos aprender es calmar nuestro corazón ante Dios. Solo haciéndolo podemos recibir la acción y la iluminación del Espíritu Santo, y así establecer una relación adecuada con Dios y entrar en la vía correcta en nuestra vida espiritual. Gradualmente, nuestra vida espiritual tendrá un progreso cada vez mayor. Entonces, ¿qué prácticas deberíamos hacer para calmar nuestro corazón ante Dios? He encontrado algunas formas de práctica en un libro, y me gustaría compartirlos contigo.
Primero: Mientras rezamos, nuestro corazón debe estar enfocado y sincero
Como católicos, rezamos a Dios todos los días, pero la mayoría de nuestras oraciones siguen el siguiente esquema: No acallamos verdaderamente nuestro corazón delante de Dios ni somos directos y sinceros para hablarle desde nuestro corazón, ni traemos cualquier problema o dificultad que no entendamos ante Dios para pedirle Su iluminación y obtener así una nueva y mejor comprensión de Su palabra. En cambio, siempre nos arrodillamos simplemente para murmurar cosas que realmente no queremos decir, usando frases hechas o repetidas. A veces, cuando tenemos prisa para ir a trabajar o salir a hacer algo y terminar nuestra oración lo más pronto posible, solo decimos algunas palabras simplemente, por pura fórmula; incluso a veces, cuando estamos arrodillados en oración, nuestro corazón está pensando en otras cosas, y así sucesivamente. Todos estos comportamientos muestran que no estamos realmente calmando nuestro corazón ante Dios para tener verdadera comunión con Él, sino que estamos evadiéndonos y engañando al Señor. Cuando rezamos de esta manera, no solo no podemos obtener la acción o la iluminación del Espíritu Santo, sino que hacemos que Dios sienta repugnancia y rechazo. El Señor Jesús dijo: “[…] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca” (Juan 4:23). De estas palabras podemos ver que lo que el Señor nos pide es que adoremos a Dios con un corazón honesto y centrado. Por lo tanto, mientras rezamos, debemos hablar a Dios acerca de nuestros verdaderos estados y dificultades. No importa qué ideas y planes tengamos en mente, deberíamos abrirnos completamente a Dios. Solo entonces Dios estará interesado en nuestras oraciones, nos permitirá ser más conmovidos por el Espíritu Santo, ser iluminados en varias cosas que no entendemos, y gradualmente llegaremos a entender la voluntad de Dios.
Por ejemplo, frente a las dificultades, nuestro corazón está siempre ocupado con asuntos de bienes materiales o de la carne, por lo que no podemos disponernos sinceramente a trabajar o gastar para el Señor. En estos momentos podemos decirle la verdad al Señor: “Oh, Señor, veo que mi estatura es muy pequeña. Siempre estoy enredado con la carne, siempre considerando y planificando mi futuro, y así no puedo servirte de todo corazón. Cuando veo a esos hermanos y hermanas que gastan para ti, dejan de lado su carne y son considerados con Tu voluntad, me siento muy avergonzado. Yo también quiero elevarme para tener en cuenta Tu voluntad, gastar y trabajar para ti, pero mi fe es tan débil, que no puedo lograrlo. Solo deseo dejar esta dificultad en Tus manos. Que Tú me guíes y me concedas confianza y fortaleza...” Si compartimos siempre lo que está en nuestro corazón y nos comunicamos con Dios de esta manera, Dios verá que nuestra oración es sincera en lugar de seguir el esquema. Entonces el Espíritu Santo trabajará dentro de nosotros, nos llevará a liberarnos gradualmente del enredo de la carne y a elevarnos para dedicarnos al Señor. Al mismo tiempo, cuando rezamos a Dios, debemos evitar todos los asuntos, personas y cosas que pueden perturbar nuestra mente y encontrar un ambiente tranquilo. Tal como dijo el Señor Jesús: “Cuando hubieres de orar, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora en secreto a tu Padre, y tu Padre, que ve lo más secreto, te premiará en público” (Mateo 6: 6).
Segundo: Cuando leemos la Palabra de Dios, debemos estar tranquilos y usar nuestro corazón para meditar
Aunque a menudo leemos la Biblia regularmente, rara vez nos esforzamos por meditar en la palabra de Dios. La mayoría de las veces solo leemos sin devoción, superficialmente y contentándonos con entender el significado literal de la verdad. A veces, aunque estamos mirando la palabra de Dios y leyéndola, nuestro corazón está vagando por el gran mundo, y como resultado, después de haberla leído, nos quedamos sin saber qué significa realmente la palabra de Dios. A veces también meditamos sobre la palabra de Dios por un tiempo, pero si no obtenemos iluminación en el acto, dejamos de considerarla. En realidad, no calmamos para nada nuestro corazón ante Dios para descubrir por qué nos dice estas palabras, qué resultados quiere alcanzar con ellas, y cómo practicar y aprender a cumplir con los requisitos de Dios. Es por eso que, aunque hemos creído en Dios y leímos Su palabras por muchos años, todavía no tenemos mucho entendimiento de la voluntad de Dios, ni hemos encontrado la manera de practicar las muchas verdades que debemos practicar e incorporar. Vemos claramente que, por lo general, no meditamos lo suficiente en la palabra de Dios, de modo que, aunque hemos leído muchas de las palabras de Dios, aún somos incapaces de comprender su significado interno, y nuestra vida espiritual aún no puede crecer. Entonces, en cuanto a este aspecto de la verdad, ¿cómo deberíamos hacer para entrar en ella? Aquí hay un ejemplo. El Señor Jesús dijo: “Y aun os digo más: Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19:24). Entonces deberíamos considerar: ¿Qué quiso decir el Señor al decir eso? ¿Qué aspectos de la voluntad y disposición de Dios se revelan? ¿Qué resultado quiere Dios lograr con nosotros? Al meditarlo vemos que las personas que persiguen el dinero pero no la verdad no pueden entrar en el reino de Dios. Pensemos en la Era de la Gracia: Algunos terratenientes también querían seguir al Señor, pero no estaban dispuestos a renunciar a su riqueza y condiciones de vida superiores porque eran codiciosos de las comodidades y placeres de la carne, y no podían tolerar llevar una vida sencilla y pobre. Por lo tanto, aunque sabían que quienes creyeran en el Señor tendrían la vida eterna y podrían entrar en el reino de los cielos, aún así perdieron las oportunidades de obtener la salvación de Dios. Esto muestra que es casi imposible para un propietario entrar en el reino de Dios. A través de esta historia, la voluntad de Dios es que no debemos buscar dinero, sino la vida. Si prestamos atención al dinero, y cuando lo obtenemos perdemos nuestra vida, ¿qué beneficio nos aporta esto? Al meditar en la palabra de Dios de esta manera entenderemos cada vez mejor la voluntad de Dios, y luego también podemos actuar de acuerdo con Su voluntad, sin importar lo que encontremos.
Tercero: Cuando algo sucede, debemos buscar y practicar la verdad, y vivir ante Dios
Todos sabemos que las devociones espirituales ocupan solo una pequeña porción de tiempo en nuestra vida diaria; la mayor parte del tiempo estamos trabajando o lidiando con varios asuntos en nuestra vida. Entonces, si queremos practicar calmar nuestro corazón delante de Dios, no podemos limitarnos a solo practicar la lectura de la Biblia y rezar. También debemos practicar acercarnos a Dios, meditar y contemplar el amor de Dios con nuestro corazón, y enfocarnos en buscar la verdad y la voluntad de Dios, y en actuar de acuerdo con la verdad en cualquier momento en todas las personas, eventos, y cosas que encontramos en nuestra vida diaria. Vi este párrafo en un libro: “Debes comprender en tu vida diaria qué palabras dices y qué cosas que haces podrían provocar que tu relación con Dios sea anormal y luego corregirte para entrar de la manera correcta. En todo momento, examina tus palabras, tus acciones, todos y cada uno de tus movimientos y todos tus pensamientos e ideas. Obtén un entendimiento apropiado de tu verdadero estado y entra en la manera de la obra del Espíritu Santo. Esta es la única forma de tener una relación normal con Dios. Al evaluar si tu relación con Dios es normal, podrás corregir tus intenciones, comprender la esencia-naturaleza del hombre y entenderte a ti mismo verdaderamente y, al hacerlo, podrás entrar en experiencias reales, renunciar a ti mismo de una manera real y someterte de manera intencional”.
A través de estas palabras, podemos ver que, al calmar siempre nuestro corazón delante de Dios y buscar Su voluntad en todas las cosas que encontramos, podemos tener una comprensión más clara de nuestros verdaderos estados, deficiencias e insuficiencias; podemos comprender la voluntad de Dios en todo lo que encontramos para practicar la verdad y satisfacer al Señor. Solo a través de esto podemos mantener una relación normal con el Señor, vivir delante de Él, evitar ser atrapados en las tentaciones y planes de Satanás y hacer cosas que se rebelen contra el Señor y se opongan a Él.
Al igual que Job, durante su vida diaria, trataba de temer a Dios y evitar el mal en todo, por temor a pecar contra Dios y hacer que Dios se sintiera indignado por sus acciones. Entonces, cuando sus hijos e hijas se dedicaron a fiestas y diversiones, él no solo se distanció de ellos, sino que también envió y santificó a sus hijos, y sacrificó holocaustos por ellos. Incluso cuando Job enfrentó la tentación de Satanás y perdió una gran cantidad de ovejas y ganado, incontables masas de riquezas, y sus hijos e hijas; aunque estaba muy afligido en su corazón y no entendía la voluntad de Dios, aún fue capaz calmar su corazón ante Dios y buscar Su voluntad. No pecó con sus labios ni dijo palabras hirientes acerca de Dios, mucho menos resistió a Dios. Y fue precisamente porque Job estuvo razonable y su corazón dispuesto a buscar la verdad y temer a Dios que pudo someterse a ese ambiente y dijo: “Dios me lo dio todo; Dios me lo ha quitado; se ha hecho lo que es de su agrado; bendito sea el nombre de Dios” (Job 1:21). dando así un maravilloso testimonio resonante y haciendo que Satanás retrocediera humillado. Al final, Job fue doblemente bendecido por Dios. No solo eso, sino que tuvo la oportunidad de ver la apariencia de Dios, y recibió bendiciones que nadie había recibido anteriormente.
Cuarto: Prestar atención todos los días para reflexionar sobre nuestros problemas y deficiencias
Todos los días nos enfrentaremos con varias cosas. Entonces debemos ir ante Dios para reflexionar sobre todo lo que hemos hecho en el día: sobre en qué asuntos hemos puesto en práctica la palabra del Señor y si nuestras acciones fueron conformes con la verdad; sobre qué asuntos hemos seguido nuestra propia voluntad y hemos ido en contra de la voluntad del Señor. Podemos recordarlos y hacer nuestro mejor esfuerzo para escribirlos en nuestro cuaderno cuando las condiciones y el tiempo lo permitan. Podemos seguir haciendo las cosas en que hemos actuado de acuerdo con la palabra de Dios; en cuanto a nuestros actos que no estaban en línea con la voluntad de Dios, debemos aplicarles la palabra de Dios para inspeccionarnos a nosotros mismos respecto a los problemas y las desviaciones en ellos, y buscar la verdad para resolverlos oportunamente. Por ejemplo, creemos que podemos tratar a los hermanos y hermanas con sinceridad cuando estamos asociados con ellos en momentos normales. Pero a la noche, cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, somos conscientes de que, durante el día, para proteger nuestros propios intereses en algo, no hemos hablado abierta y honestamente con los demás. Vemos que por favorecer nuestros intereses personales, mentimos y cometimos fraude contra los hermanos y hermanas, y revelamos una disposición corrupta y engañosa en este asunto. Sabemos que Dios está disgustado con personas engañosas; Él ama a las personas que son honestas, inocentes y abiertas. Por lo tanto, debemos abrirnos a los hermanos y hermanas activamente, confesar haber mentido y engañado, pedirles que nos perdonen y decidir no seguir haciendo esto. De esta manera, inconscientemente, tendremos alguna entrada en la verdad de ser una persona honesta. Si no reflexionamos sobre nosotros mismos al presentarnos ante Dios, no prestaremos atención a nuestras expresiones cotidianas de corrupción, pensando que todas son insignificancias, y entonces no podemos lograr el efecto de mejorar nuestra vida espiritual. Entonces, solo centrándonos en aquietar nuestro corazón delante de Dios, reflexionando siempre sobre nosotros mismos y meditando en nosotros mismos, nuestra vida espiritual crecerá cada vez más, nuestra relación con Dios se hará cada vez más cercana y gradualmente nos convertiremos en personas compatibles con las intenciones de Dios.
Los cuatro aspectos anteriores son la dirección y el camino de entrada a la práctica de aquietar nuestro corazón ante Dios. Realmente espero que todos podamos beneficiarnos de ellos.