Inspiración traída del diálogo entre Jesús y la mujer samaritana
Por Zhang Yiping
Creo que muchos creyentes debemos estar familiarizados con la historia acerca de la mujer samaritana escrita en la Biblia. Cuando sacaba agua de un pozo, se encontró con el Señor Jesús, quien le pidió agua. Durante la conversación con el Señor Jesús, ella reconoció que Él era el Mesías anunciado en las profecías.
La mujer de Samaria era una mujer común y corriente y no tenía mucho conocimiento de las escrituras, pero pudo reconocer la voz de Dios. Esto es realmente increíble. Durante los tres años y medio que el Señor Jesús hizo Su obra en la tierra, mucha gente tuvo contacto con Él aunque fuera por poco tiempo, y otros muchos lo escucharon hablar. Sin embargo, fueron muy pocos los que pudieron reconocer que Él era el Mesías. Entonces, ¿cómo la mujer de Samaria identificó al Señor Jesús? ¿Fue por la gracia del Señor Jesús? ¿O tenía ella un don especial? Leamos su historia para encontrar las respuestas a estas preguntas.
Está escrito en la Biblia: “Vino entonces una mujer samaritana a sacar agua. Le dijo Jesús: Dame de beber. (Es de advertir que sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer). Pero la mujer samaritana le respondió: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Porque los judíos no se comunican con los samaritanos. Le dijo Jesús en respuesta: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dijo: Dame de beber, puede ser que tú le hubieras pedido a él, y él te hubiera dado agua viva. […] Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed. Antes el agua que yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo más sed, ni haya de venir aquí a sacarla. Pero Jesús le dijo: Anda, llama a tu marido, y vuelve con él acá. Respondió la mujer: Yo no tengo marido. Le dijo Jesús: Tienes razón en decir que no tienes marido; porque has tenido cinco maridos; y el que ahora tienes, no es marido tuyo; en eso verdad has dicho. Le dijo la mujer: Señor, yo veo que tú eres un profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros los judíos decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. Le respondió Jesús: Mujer, créeme a mí, ya llega el tiempo en que ni precisamente en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, pues sabéis poco de Dios; pero nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud o el Salvador procede de los judíos. Pero ya llega tiempo, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y verdad; y por lo mismo los que le adoran en espíritu y verdad deben adorarle. Le dijo la mujer: Sé que está para venir el Mesías (esto es, el Cristo); cuando venga, pues, él nos lo declarará todo. Y Jesús le responde: Ese soy yo, que hablo contigo. […] Entretanto la mujer, dejando allí su cántaro, se fue a la ciudad, y dijo a las gentes: Venid y veréis a un hombre que me ha dicho todo cuanto yo he hecho. ¿Será quizá éste el Cristo?” (Juan 4: 7-10, 13-26, 28-29).
De las lecturas anteriores podemos ver que hay dos razones principales por las que la mujer samaritana pudo reconocer que el Señor Jesús era el Mesías que habría de venir.
1. Reconociendo la voz de Dios en las declaraciones del Señor Jesús
Al principio, cuando el Señor Jesús le pidió a la mujer samaritana un poco de agua, ella se alejó de Él porque era judío, ya que los judíos no tenían trato con los samaritanos. Pero después de que el Señor Jesús le habló algunas palabras, ella percibió que Él era un hombre fuera de lo común, por lo que lo llamó Señor. Al oír al Señor Jesús dijo: “Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed. Antes el agua que yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna”, sintió que Sus palabras tenían autoridad y poder y no podían ser dichas por la gente común. Entonces, el Señor Jesús le reveló sus secretos más íntimos, diciendo: “porque has tenido cinco maridos; y el que ahora tienes, no es marido tuyo”. Ella se sintió asombrada por esto porque nadie sabía las cosas que hacía en secreto. Pero el Señor Jesús, que nunca la había conocido antes, sabía todo sobre ella. Estaba segura de que eso era inalcanzable para la gente común, por lo que consideró al Señor Jesús un profeta. Por lo tanto, habló de su propia confusión y le preguntó si debía ir a la montaña o a Jerusalén para adorar a Dios. El Señor Jesús dijo: “ya llega el tiempo en que ni precisamente en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. Él también le dijo claramente: “cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca”. Después de escuchar todo esto, reconoció que el Señor Jesús era el Mesías. Fue porque el Señor Jesús resolvió su duda con solo una palabra, y también le indicó el camino de la práctica para adorar a Dios. Esto le permitió entender que al adorar a Dios, los creyentes no deben adherirse rígidamente a las formalidades externas, sino que deben adorar a Dios en espíritu y en verdad, y que solo orar genuina y sinceramente es conforme al corazón de Dios. Especialmente cuando escuchó al Señor Jesús decir: “Ese soy yo, que hablo contigo”, ella se alegró y se sintió aún más segura de que Él era el Mesías. Por lo tanto, se apresuró a ir a la ciudad y le contó las buenas nuevas a la personas de allí. Aunque la conversación entre el Señor Jesús y ella fue breve, el nombre por el que lo llamó lo cambió rápidamente. Fue porque vio que las palabras del Señor tenían omnipotencia y poder, y pudo desvelar sus secretos más íntimos y su corrupción, resolver su duda y confusión, y señalarle la manera clara de orar. Por esta razón, reconoció que el Señor Jesús era el Mesías venidero.
2. Dejarse de lado y buscar con humildad.
De hecho, los samaritanos siempre habían sido despreciados por los judíos y no tenían tratos entre ellos. Entonces, cuando escuchó al Señor Jesús pedirle un poco de agua, se sorprendió mucho. Pero ella no se negó a hablar con el Señor por eso, sino que lo escuchó humildemente. Al escuchar que el Señor Jesús poseía el agua de vida, ella pudo dejarse a sí misma de lado y pedirle que le diera el agua que podría traerle la vida eterna. Cuando el Señor Jesús le reveló sus secretos indecibles, aunque ella no estaba dispuesta a mencionarlos, esto no le impidió hablar con Él y, en cambio, continuó buscándolo. Después de que el Señor Jesús resolvió su confusión y le permitió entender cómo adorar a Dios para ser conforme al corazón de Dios, ella reconoció que el Señor Jesús era el Mesías venidero De esto podemos ver que la otra razón por la que la mujer samaritana pudo recibir la gracia de la salvación fue porque pudo ser humilde para buscar la verdad. Así, recibió la gracia de Dios, escuchó la voz de Dios y recibió al Mesías.
Ahora estamos en los últimos días, el momento clave para que venga el Señor. Entonces, ¿cómo debemos incorporar las fortalezas de la mujer samaritana para que podamos recibir el regreso del Señor Jesús?
1. Prestar atención a escuchar la voz de Dios
El Señor Jesús dijo: “Aún tengo otras muchas cosas que deciros; mas por ahora no podéis comprenderlas. Cuando venga el Espíritu de verdad, él os enseñará todas las verdades necesarias para la salvación; pues no hablará de suyo, sino que dirá todas las cosas que habrá oído, y os anunciará las venideras” (Juan 16:12-13). Esto está profetizado muchas veces en Apocalipsis, “Quien tiene oído, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2-3). Podemos ver en estas palabras que cuando el Señor regrese en los últimos días, hablará de nuevo para decirnos las verdades que no entendemos. Él requiere que seamos vírgenes prudentes y que prestemos atención al escuchar Su voz. De esta manera, podemos seguir las huellas del Cordero, ir al banquete celestial y recibir la salvación de Dios en los últimos días. Por lo tanto, si queremos dar la bienvenida al regreso del Señor, debemos buscar intensamente las palabras que el Espíritu Santo habla a todas las iglesias. Cuando alguien nos atestigua que el Señor ha venido a pronunciar Su palabra, debemos seguir el ejemplo de la mujer samaritana y escuchar si la palabra tiene omnipotencia y poder, y si puede mostrarnos nuestras más ocultas corrupciones que nadie conoce, resolver nuestras dudas y dificultades, e indicarnos la forma de obrar. Creo que al escuchar las palabras del Señor que ha regresado, todo el que tenga corazón y espíritu podrá oír que es la voz de Dios. Tal como dijo el Señor Jesús, “Mis ovejas oyen la voz mía; y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27).
2. Ser pobre en espíritu y buscar intensamente.
El Señor Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; ¡buscad, y hallaréis!: llamad, y os abrirán. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8). “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
Buscar con humildad es uno de los requisitos que El Señor nos exige, y también es la clave para saber si podemos dar la bienvenida del regreso del Señor. Entonces, ¿no deberíamos buscar intensamente sus huellas? El Señor es fiel. Bendice a los pobres de espíritu y se apiada de los que tienen sed de la verdad. Si podemos buscar humildemente, orar más al Señor y buscar intensamente Sus huellas, entonces Dios seguramente nos conducirá y guiará, y nos permitirá dar la bienvenida a la llegada del Señor en los últimos días.