Consuelo eterno: la promesa de Apocalipsis 21:4
Lectura de Misa de hoy: “Y Dios enjugará de sus ojos todas las lágrimas; y no habrá ya muerte, ni llanto, ni alarido, ni habrá más dolor, porque las cosas de antes son pasadas” (Apocalipsis 21:4).
Esta es una hermosa promesa, una declaración de la misericordia de Dios hacia su pueblo, nuestra esperanza de un hermoso reino y nuestra expectativa de la salvación definitiva ese día. En este mundo oscuro y malvado, hemos experimentado mucho dolor, desilusión y separación, y las lágrimas fluyen como ríos. Pero no olvidaremos la promesa de Dios de que Él personalmente enjugará nuestras lágrimas, borra por completo todo nuestro dolor y llévanos a un hermoso destino sin dolor ni lágrimas. Este es un consuelo eterno y la mayor bendición de Dios para su pueblo. Entonces, ¿cómo cumple Dios esta maravillosa promesa suya? La palabra de Dios dice: “A medida que Mis palabras quedan consumadas, el reino se forma poco a poco en la tierra y el hombre regresa gradualmente a la normalidad, y, así, se establece en la tierra el reino que yace en Mi corazón. En el reino, todo el pueblo de Dios recupera la vida del hombre normal. Se ha ido el invierno helado, reemplazado por un mundo de ciudades primaverales, donde la primavera perdura todo el año. Ya las personas no se enfrentan al mundo sombrío y miserable del hombre y ya no sufren el frío gélido del mundo del hombre. Las personas ya no pelean entre sí, los países ya no se enfrentan en guerras, ya no hay más matanzas ni la sangre que fluye de la matanza; todas las tierras están llenas de felicidad, y en todas partes rebosa el calor entre los hombres. Me muevo por todo el mundo, disfruto desde lo alto de Mi trono y vivo entre las estrellas. Los ángeles me ofrecen nuevas canciones y nuevos bailes. Ya su propia fragilidad no causa que lágrimas corran por su rostro. Ya no escucho en Mi presencia el sonido del llanto de los ángeles, y ya nadie se queja conmigo de las adversidades. Hoy, todos vosotros vivís en Mi presencia; mañana, todos vosotros existiréis en Mi reino. ¿No es esta la mayor bendición que le confiero al hombre?”.
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Oremos juntos:
Querido Dios, en este mundo oscuro y lleno de pecado, donde el dolor, las lágrimas y las dificultades ocupan cada rincón de nuestras vidas, pero creemos en tus maravillosas promesas y te miramos con gratitud y esperanza en medio del sufrimiento y el dolor. Te abrimos nuestro corazón y Te expresamos nuestro más profundo dolor y lágrimas. Oramos por un hermoso reino sin dolor ni lágrimas, porque tú eres el Señor de ese hermoso reino. Gracias por prepararnos para el consuelo eterno, que pronto tus promesas se hagan realidad, ¡Amén!